29/4/13

Cambio de valores en la sociedad.

El hecho de que nuestra sociedad está cambiando es algo innegable; el problema se plantea cuando nos cuestionamos hasta qué punto esos cambios son positivos o perjudiciales para nosotros.

Son muchos los que afirman obstinadamente que nos encontramos en una época de decadencia moral, y observan paralelamente ese “nuevo mundo” con el que parecen no identificarse.

Otros nos hayamos inmersos en ese mundo cambiante, y somos conducidos e influenciados inconscientemente por todas las transformaciones que se producen, siendo participes de éstas y convirtiéndonos así en el punto de mira de aquellos que no aceptan una realidad modernizada y distinta.

Lo cierto es, que si analizamos la realidad, nos encontramos en una época de crisis, quizás no únicamente económica, sino también ética y social, consecuencia del cambio - o quizás pérdida- de valores.

¿Cómo debe ser considerada una sociedad en la que abundan los escándalos políticos y judiciales, las manifestaciones racistas y xenófobas y donde prima la violencia, la intolerancia y la individualidad?

Con frecuencia se escucha el tópico “en mis tiempos las cosas no eran así”. Evidentemente, se hace referencia a que las cosas eran mejores tiempo atrás. Esta es una frase que se mantiene inmutable en el tiempo, y va pasando de generación en generación. Es cierto que las cosas han cambiado, pero eso es algo inevitable, que ha ocurrido y ocurrirá siempre, que forma parte del  transcurso de la historia y que debe ser visto de forma positiva. El mundo necesita avanzar, superarse día a día e ir cambiando.

Afirmar que lo de antes era mejor es demasiado radical. Resulta indiscutible que atravesamos una época en la que muchos de los valores fundamentales, como la tolerancia, el respeto y la humildad, se han perdido y sustituido por otros, mucho más materialistas,  que perjudican nuestra sociedad -un claro ejemplo es la búsqueda del éxito rápido y con poco esfuerzo, frente a los valores tradicionales que premiaban el esfuerzo, la constancia y el sacrificio personal-.

Pero también es cierto que el mundo avanza de manera desmesurada en otros campos, como el científico, o el tecnológico, lo que entraña un gran logro para el mundo.

Realmente no podemos compensar una cosa con la otra, pero debemos mirar hacia adelante e intentar superar aquellos defectos y carencias que lacran nuestra sociedad. Tendríamos que tomar conciencia de las consecuencias que provocan esos cambios en nuestro mundo y tratar de inculcar a las nuevas generaciones los valores fundamentales que se han ido perdiendo.

Resulta inútil la constante crítica y comparación de la sociedad con épocas pasadas. Si bien hay que respetar y aprender de lo ya vivido en aquellas, también hay que saber adaptarse a los nuevos tiempos y a las oportunidades que ofrecen. 

Tenemos que intentar superarnos día a día, intentando conseguir un mundo mejor para las siguientes generaciones.


Es un trabajo difícil, pero no imposible.

4/4/13

Nadie nos conoce mejor que Internet


Normalmente en nuestra vida tratamos de proteger nuestra intimidad de la mejor manera posible, o al menos eso pensamos, puesto que no somos conscientes de hasta qué punto nuestra intimidad queda expuesta al hacer uso de internet.

La sociedad evoluciona rápidamente, pero tal vez, las tecnologías lo hacen con mayor rapidez, de forma que sus límites sobrepasan nuestro conocimiento, siendo desconocedores de lo que éstas son capaces de hacer.

Tanto es así que, desde hace años y cada vez de forma más acentuada, nuestra intimidad está expuesta a cantidad de elementos tecnológicos que siguen nuestro rastro por la Red.

Seguramente le resulte familiar esta experiencia: está mirando vuelos, hoteles, o tiendas de ropa por Internet  e inmediatamente comienzan a aparecer en su pantalla anuncios sobre otras páginas similares, e incluso recibe correos electrónicos exponiéndote ofertas y alternativas.

Esto sucede porque cada vez que visitamos una página web, las cookies se almacenan en nuestro equipo, la dirección IP desde la que estamos conectados queda registrada, y las informaciones sobre nuestro perfil, las páginas visitadas y los datos aportados en formularios son relacionadas y guardadas en una base de datos.

A este excesivo control, hay que sumarle la expansión de tabletas y smartphones, que ha supuesto más aun el despojamiento de nuestra privacidad, puesto que no solo rastrean nuestros datos cuando usamos el ordenador, sino que siguen nuestros pasos de manera constante a través de los múltiples dispositivos.

Un buen ejemplo es el de Google, que amenaza incluso por convertirse en el nuevo Gran Hermano.
Google es un buscador que almacena todas las búsquedas en línea; una red social, reconocida como Google Plus; un servicio de correo electrónico (Gmail); una tienda de aplicaciones para Android (Google Play); una gran empresa propietaria de multitud de paginas como google maps, blogger o Youtube; y dueña de una de las mayores redes publicitarias de la Red, DoubleClick.
El imperio Google recopila información y datos de cada una de esas páginas, siguiendo absolutamente todos los pasos que cada usuario da con su ordenador, tablet o smathphone.

Facebook también hace excesivo uso de su intimidad, con la opción de Me gusta y el servicio Facebook Connect, en el que el usuario puede utilizar su identidad Facebook para registrarse en otros sitios.

Está claro que proteger nuestro ámbito más personal es uno de los grandes inconvenientes que conlleva la era de la información.

Las únicas personas capaces de limitar la información personal que aparece en internet y de reclamar por nuestro derecho de intimidad somos nosotros, puesto que, tal y como alega la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD)
“Ningún ciudadano, que no goce de la condición de personaje público ni sea    objeto de hecho de relevancia pública, tiene que resignarse a que sus datos personales circulen por la Red. Siempre tendrá derecho a pedir la cancelación”.