29/3/13

La publicidad, elemento indispensable en el actual sistema capitalista.

El sistema capitalista comenzó a instaurarse a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando el mundo se hallaba inmerso en un proceso de revoluciones políticas, sociales y tecnológicas.

La Revolución Industrial, el liberalismo económico de Adam Smith, la independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa de 1789, contribuyeron de manera determinante en la consolidación de dicho sistema que, en la actualidad, es el modelo económico y social dominante a nivel mundial.

A partir de la Segunda Guerra Mundial, el sistema económico de los países occidentalizados experimentó un giro vertiginoso, a partir del cual la producción comenzó a cobrar una gran importancia, potenciada por los nuevos modos de producción industrial que facilitaban la producción en masa y mejoraban la eficacia del trabajo.

El exigente desarrollo del capitalismo condujo a una situación en la que el mercado, sumido en un proceso de expansión y transformación constante, debía estimular y orientar la demanda del consumidor. Por ello, el esfuerzo empresarial dejó de enfocarse a la producción para centrarse en la comercialización, dejando atrás el modelo primitivo de capitalismo y consolidando la denominada sociedad de consumo capitalista.

Este modelo social se encuentra dominado por el utilitarismo y el pragmatismo. El ser ha sido sustituido por el tener. Tanto es así que poseer o no determinados productos, establece los niveles y la calidad de vida, así como la posibilidad de acceso a la vida social. El consumismo, por tanto, se ha convertido en una experiencia social mediante la cual los individuos representan su identidad social, establecen sus relaciones sociales y viven en torno a los significados que aportan las marcas.

Desde una óptica mercantil y despersonalizada, se pretende que las personas se conviertan en consumidores irracionales que inviertan y transfieran la mayor cantidad de recursos posible en el mercado. Ante esto, el antropólogo M. Sahlins sostiene que el mercado es una importante potencia creadora que “produce no sólo objetos para los sujetos apropiados, sino sujetos para los objetos apropiados” (Sahlins, 1997: 213).

La instauración de dicho materialismo ha contribuido de forma desmesurada a la construcción de una sociedad hedonista, en la que los individuos dejan de ser sujetos para convertirse en
meros consumidores ensimismados por la intrínseca búsqueda de placer, que es aparentemente saciada mediante la compra de bienes tangibles.

Una sociedad cuyos individuos buscan satisfacer sus carencias apropiándose del significado que los productos vehiculizan. Es por esto por lo que se puede decir que el modo de vida consumista y los valores asociados con el consumo constituyen la base de la vida social.

De este modo, se puede considerar a un objeto desde una doble vertiente. Por un lado, la propiedad y naturaleza material del objeto y, por otro, el carácter simbólico del mismo, es decir, todo objeto material que se preste en una sociedad evolucionada e industrializada trae consigo un significado, desvinculado y sobrepuesto a la materialidad. El conjunto de significados asociados a un bien se corresponde con el marco cultural en el que se encuentre el sujeto.

Cada cultura ofrece una serie de modelos ideales que los individuos tomarán como referencia para la satisfacción simbólica de su bienestar. Esa cultura es, en gran medida, instaurada por el mercado y responsable de la creación del intrínseco valor simbólico a los productos. Tal y como decía Baudrillard, “los bienes de consumo tienen un valor de signo, es decir que indican algo sobre su poseedor en el contexto de un sistema social”.  El consumo, por tanto, es considerado en nuestra sociedad como un imprescindible mecanismo de poder.

Esto significa que la utilidad de los bienes, aunque coexiste, ya no se presenta directamente al consumidor, sino que lo hace a través de la mediación simbólica, utilizando la publicidad para poder llegar en masa a un número lo más amplio posible de potenciales consumidores.

La publicidad está adherida al consumo y es, por tanto, una necesidad imprescindible que, además de dar salida a una cantidad masificada de productos, permite la persistencia del capitalismo y posibilita el buen funcionamiento de la economía del sistema.

En la actualidad, constituye uno de los principales instrumentos ideológicos de la sociedad capitalista puesto que ha desarrollado multitud de técnicas persuasivas y complejas que consiguen movilizar y aglutinar los sentimientos, deseos, necesidades y aspiraciones de los individuos.

Para cumplir el primordial objetivo de incentivar la compra de un bien o servicio, la publicidad lleva a cabo un pormenorizado estudio del consumidor y desarrolla complejas técnicas de análisis y seducción psicológica para lograr conectar el producto con el potencial consumidor y despertar en éste nuevas necesidades hasta el momento no contempladas conscientemente por el receptor.

La finalidad última de la publicidad y, por ende, del sistema capitalista, es hacer que los comportamientos de los consumidores se desvinculen de la racionalidad y la lógica, construyendo un sistema puramente semiótico que ha llegado a convertirse en la clave de una sociedad adherida a la opulencia y la obsolescencia.

“La mente es la superficie de inscripción para el poder,
cuyo instrumento es la semiología”


Michel Foucault

26/3/13

Lejos de la libertad en la sociedad


La concepción de libertad como base de nuestra sociedad actual es totalmente equívoca, y es que nuestra sociedad se encuentra totalmente manipulada, manejada y dirigida por unos pocos, que albergan el poder de manejar nuestras vidas y manipular nuestros comportamientos.

Para que nuestra sociedad pudiese ser denominada "libre", sería necesario que los individuos estuvieran capacitados para analizar una información crítica y racionalmente, y tuviesen garantizado el acceso a un conocimiento veraz y transparente.

Noam Chomsky, filósofo, activista, escritor y uno de los más importantes lingüistas del siglo XX desveló, junto con las aportaciones de Sylvain Timsit, las estrategias de la manipulación mediática.  Concretamente hace referencia a diez formas básicas a través de las cuales los medios de comunicación consiguen manipular y engañar a la sociedad, desconocedora de la realidad.





1.      Distraer al público de los verdaderos y alarmantes problemas de la sociedad mediante informaciones absurdas e insignificantes.

2.      Crear voluntariamente problemas para causar determinadas reacciones a los individuos.

3.      Aplicación gradual de las medidas que la sociedad considera inaceptables para ir consiguiendo la adaptación social.

4.      Diferir las decisiones impopulares para que la sociedad se acostumbre y acepte el cambio.

5.      Considerar a la sociedad como una masa infantil, inmadura y débil.

6.      Utilizar aspectos emocionales para calar más profundamente en los individuos y poder implantar ideas, deseos, miedos o comportamientos en ellos.

7.      Convertir al público en personas incompetentes e incultas, sumiéndoles en la ineptitud y la ignorancia.

8.      Promover la idea de que la ignorancia y la vulgaridad es una moda.

9.      Fomentar el pensamiento de autoculpabilidad en el individuo para conseguir un estado depresivo y eludir a la revolución y las protestas

10.  Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen, consiguiendo ejercer un mayor control y poder sobre la sociedad. 




Es imprescindible conocer la realidad desde un punto de vista imparcial, transparente y veraz, pero está claro eso no forma parte de los objetivos de políticos y medios, y que, aun viviendo en la era de la comunicación  la sociedad sigue siendo tratada como una masa atomizada capaz de ser persuadida bajo multitud de estímulos irracionales.
Posiblemente, aquellos que están al mando de los medios de comunicación  deberían comenzar a cuestionarse ciertos dilemas éticos y profesionales.

24/3/13

Destinos inscritos en un mundo absurdo

Nadie tiene la posibilidad de elegir qué y cómo quiere ser antes de llegar al mundo. 

Por suerte o por desgracia, el azar ha decidido por nosotros y nos ha elegido una familia y un lugar donde nacer, asignándonos un sexo y una categoría social.

Desde el principio de la existencia humana, la mujer siempre ha sido considerada como inferior al hombre, y aun habiendo pasado cientos de siglos, el problema aún no ha sido solventado.

Nuestra sociedad es participe de un sistema democrático que tiende a la equidad de todos los individuos. La justicia y la igualdad no se han conseguido en su totalidad, estando aún lejos del objetivo final, pero poco a poco van surgiendo pequeños logros que se van sumando a favor de la igualdad...

En cambio, a cientos de kilómetros de aquí miles de mujeres están siendo atrozmente maltratadas, violadas y asesinadas en la legalidad de una cultura incapaz de evolucionar, en una sociedad sumida en la ignorancia y el salvajismo, con un déficit en la educación que no permite dotar de criterio y razón a los individuos, que se niegan a aceptar la necesidad del cambio y el progreso.

Testimonios que insólitamente salen a la luz, medios que esconden la realidad de lo que ocurre más allá de nuestras fronteras, mujeres incapaces de vivir dignamente, expuestas al miedo y a la fragilidad constante de su propia vida...

Debería ser inconcebible que una mujer, por el simple hecho de ser mujer, pueda ser maltratada, magullada, explotada y utilizada, como si de un objeto se tratase.

¿Por qué somos capaces de permitir que el mundo siga desmoronándose bajo la violencia y el maltrato? ¿Es nuestro egocentrismo, nuestra ignorancia o la distancia aquello que nos hace inmunes e indiferentes ante la crueldad de la vida?

...Tenemos una única vida. Una vida que no debería ser nunca arrebatada por otra persona. Las injusticias conviven día a día con nosotros y en nuestra mano está impulsar la iniciativa hacia el cambio para impedir que se sigan pisoteando los derechos de las mujeres.


19/3/13

Sucesión de valores


Indiscutible es la idea de que estamos en la era de la comunicación, pero a su vez es irrefutable que nuestras palabras cada vez significan menos y los medios cada vez están mas amenazadoramente unidos a nosotros.

Situémonos unos años atrás, antes de que apareciera WhatsApp y proliferaran las redes de comunicación, cuando los seres humanos únicamente utilizaban su dispositivo móvil para llamar y ocasionalmente enviar un SMS de 160 caracteres. 

Muchos  tendréis un leve recuerdo, otros ni siquiera os acordareis, o incluso no habréis vivido esa época de simplicidad tecnológica. Si os ponéis a pensar cómo era el mundo antes de los smartphones y los teléfonos inteligentes, incluso podéis llegar a considerar que su inexistencia suponía una aberración para la humanidad.

Lo cierto es, que cada vez nos estamos haciendo más esclavos de las nuevas tecnologías. Somos cautivados y seducidos por ellas y cualquier individuo con un mínimo de prestigio y dignidad debe poseer los más sofisticados aparatos que permitirán la interconexión e información en tiempo real de cualquier lugar del mundo.

La drástica e inapelable revolución de las nuevas tecnologías ha derivado en una absoluta dependencia de los teléfonos, pasando de ser el móvil un simple portador de diálogos telefónicos con un mínimo de trascendencia a convertirse en cómplice de infinitud de conversaciones que muchas veces carecen de significado y relevancia.


Tenemos tantas facilidades para comunicarnos con los demás que no la valoramos, lo cual desemboca en conversaciones estúpidas sin un mínimo de coherencia.
Cada vez hablamos más de forma vana e insustancial. Capaces de escudar nuestros sentimientos detrás de una pantalla e incapaces de manifestarlos cara a cara.

El valor de las palabras cada vez es más insignificante y banal. Su disminución es proporcional al crecimiento de la importancia de la tecnología en los individuos.

Posiblemente sea hora de reflexionar y cavilar acerca de las repercusiones que esta nueva era de la tecnología y la comunicación está teniendo sobre la sociedad


Campaña  de DTAC, una poderosa compañía móvil tailandesa 

17/3/13

Redes sociales y educación ¿aliados o adversarios?


Las redes sociales están cada vez más supeditadas a nuestras vidas, encarnando un papel fundamental dentro de ellas.
Cada vez son más las personas que hacen uso de estas herramientas, existentes desde los inicios de internet, pero que han formado parte de una nueva revolución tecnológica a partir de la creación de la plataforma de la web 2.0.

Desde ese momento, el análisis de redes sociales se ha convertido en uno de los focos en que se han centrado numerosas investigaciones desde las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales, que han adoptado un enfoque analítico a través del cual se infiere a una serie de principios teóricos sobre la influencia y los efectos de las redes sociales sobre el individuo y en su conjunto con la sociedad.

Es evidente que en el campo de la educación, este fenómeno social no ha podido mantenerse ajeno. Esta complementación de las nuevas tecnologías en el sistema educativo crea nuevas posibilidades y facilidades a los estudiantes, pero son muchos los inconvenientes que se generan si no se hace un buen uso de ellas.

Los riesgos son citados innumerablemente por expertos en los medios de comunicación, por lo que, aunque no es necesario reincidir en ellos, sí es conveniente citarlos para tener plena consciencia de ellos. Por ello, cabe destacar que las redes sociales pueden desembocar en la adicción y el abuso de éstas, la disminución de la concentración y la productividad de las actividades, la falta de convivencia familiar, la ausencia de privacidad...

Pero a pesar de esto, presenta claras ventajas sobre la educación, ya que permite aportar documentación y enlaces al instante, dar cabida a una fácil comunicación y estimular la participación e interacción de los individuos en material educativo, permitiendo el desarrollo de conocimientos y habilidades nuevas.

Por ello, para contrarrestar los riesgos, se debería educar para el buen uso de los medios y las redes sociales, informando y haciendo reflexionar acerca de cómo hacer un correcto uso de las nuevas tecnologías para poder beneficiarse de internet y las plataformas de comunicación.



13/3/13

Comunicación social.

El hecho de que los medios de comunicación ejercen un papel extremadamente relevante en nuestra sociedad es irrefutable. Nos encontramos en una sociedad puramente capitalista dominada por el consumismo. Todos los ciudadanos somos constantes receptores de estímulos persuasivos hacia el consumo.

A medida que nos vamos sumiendo en un mundo cada vez más materialista, nuestra sociedad va progresivamente decayendo. Frente al  fuerte proceso de desarrollo tecnológico que experimenta nuestro mundo surgen o aumentan multitud de problemas: aparecen nuevas enfermedades, aumenta el número de víctimas por accidentes de tráfico, se incrementa el consumo de drogas y alcohol, disminuye la calidad de vida...

Todos somos conscientes de esta realidad, por ello, poco a poco se va intentando poner en marcha una forma  alternativa de comunicación, aquella que hace hincapié en el factor social y que está orientada hacia el beneficio de la sociedad. Tanto empresas privadas como organismos públicos y partidos políticos tratan de adentrarse en ese modelo comunicativo.

Un buen uso de esa comunicación con fines sociales, aprovechando la versatilidad actual de los medios de difusión, favorecería a nuestra sociedad. El problema acaece cuando esta comunicación aparece como modo de diferenciación con otras entidades o es usada como estrategia de ventas, conteniendo, por tanto, un trasfondo puramente económico.

También somos receptores de campañas de sensibilización desde entidades no lucrativas. Podemos ver gran cantidad de anuncios y spots que reflejan derechos humanos, sanitarios, sociales o medioambientales. El modo de llegar al consumidor en estas campañas es apelando a los sentimientos, a la culpa y al miedo. Imágenes extremadamente impactantes que pretenden sobrecoger al espectador. Campañas más enfocadas al impacto sensacional que a la reeducación de comportamientos inadecuados. Surge así un dilema sobre la eficacia de estas campañas puesto que es posible que el abuso de la violencia visual genere la inmunización del ciudadano conllevando al rechazo del mensaje.

De hecho, un estudio realizado por un grupo de expertos de la Universidad de Sevilla y la Universidad de Castilla la Mancha, publicado por la revista Transportation Research, demuestra que el abuso continuado de la violencia visual -en ese caso, en los anuncios de la DGT- no salva más vidas; y que el único modo de llegar al espectador mediante imágenes violentas e impactantes es realizar las campañas tras un largo periodo de tiempo utilizando una línea comunicativa suave.

Dado que en nuestro país la violencia en los anuncios cada vez es más utilizada como método de persuasión, la audiencia cada vez está más inmunizada y no responde ante tales estímulos visuales. Es por ello por lo que tal vez se debería cambiar la estrategia a la hora de elaborar este tipo de campañas, puesto que si empleamos eficazmente la comunicación social, puede ser un importante agente de cambio y progreso en nuestra sociedad.

“La publicidad tradicional está muerta. Hemos llegado a un punto en que el producto se vende por sí solo. Ahora ya no se trata de decir que lo mío es más bonito o que yo lavo más blanco que nadie. Nosotros queremos ir más allá. La publicidad es el medio de comunicación más potente que existe; por eso debemos aprovecharla de otra manera. Seguirla utilizando para vender más o menos es un verdadero desperdicio.”
Oliviero Toscani

8/3/13

¿Mentira o realidad?


Día a día estamos expuestos a cantidad de información manipulada, invadidos por la publicidad y sumidos en un mundo que vacila entre la realidad y la ficción.

¿Qué diría la gente si se les informara de que programas como Gran  Hermano o myhyv son una farsa; que las noticias están manipuladas por las entidades más poderosas en beneficio propio; o que nuestros datos en la red son procesados por multitud de máquinas para estudiar de qué manera persuadirnos?

La mayoría no lo creerían o no querrían creerlo. La parrilla televisiva se ha convertido en un espectáculo, un teatro que trata de instalarse en nuestras mentes como una realidad propiciada por la insatisfacción generalizada de nuestras propias vidas.

Vivimos en un mundo impulsado por el capitalismo, donde la publicidad se halla inherente a nuestras vidas. Un mundo totalmente idealizado y manipulado que se escapa a nuestra consciencia y supera nuestra racionalidad.

Junto con las nuevas tecnologías y sus avances van progresivamente apareciendo nuevos métodos para atomizar a la sociedad. Conocen nuestras debilidades, nuestros temores y nuestros gustos, a partir de los cuales estudian intensamente nuevas formas para persuadir a una sociedad que se encuentra en plena crisis ética y moral.

Quizás sea el momento de replantearse el modo en que se está desarrollando nuestra sociedad. Adquirir una capacidad más crítica y ser conscientes de que los límites entre la realidad y la ficción son fácilmente franqueables en un mundo cada vez mas dependiente de los medios y las nuevas tecnologías.




7/3/13

Abducida por el móvil


Jueves, 07.50 h de la mañana. Suena el despertador. Abro lenta y desidiosamente los ojos mientras mi mano se desplaza en busca de mi móvil. Le encuentro y una vez en mis manos apago el despertador.
Desbloqueo el aparato, y abro, como de costumbre, el whatsApp. Contesto a algún que otro mensaje, doy un buenos días y lo cierro para actualizar twitter y facebook. Una vez cumplida esta rutina, me desperezo y me levanto.

Todos los días se repite lo mismo. Me ducho, me arreglo, me preparo el café, desayuno... Todo esto, eso sí, acompañado de mi móvil.
A lo largo del día nunca me separo de él. Somos fieles amigos con alguna excepción, como cuando se apaga inesperadamente o incluso cuando alguien no contesta a un mensaje.

En clase, oculto el móvil bajo la mesa echándole una mirada entre diapositiva y diapositiva. Es una buena vía de escape ante las clases teóricas y aburridas.
Una vez acabadas las clases, en descansos o con los amigos, sigo apegada a mi móvil, no perdiendo oportunidad de echarle una ojeada cuando los demás no miran, o incluso, descaradamente leyendo o escribiendo mientras alguien se dirige hacia mí.

Hoy, justamente hoy, aparto por un momento mi móvil y me doy cuenta de la gran dependencia que tengo hacia ese simple aparato, aquel que debe conocerme más que mi familia y amigos, más incluso que yo misma.
En él están guardadas mis fotos, mi música, mi agenda, e incluso mis conversaciones más íntimas. Es responsable de cantidad de malentendidos y discusiones, de tiempo perdido, de bajas notas en los estudios...
Podríamos decir que él es el culpable de nuestra adicción, pero estaríamos equivocados, somos nosotros los únicos responsables de lo que pasa. La solución no es renunciar al móvil ni a sus aplicaciones, sino ser conscientes y críticos de las limitaciones que tiene pasar las 24 horas del día apegado al móvil.

Un poco de reflexión, de pensamiento crítico y de análisis de la de la sociedad bastaría para poder alcanzar la consciencia de hasta qué punto las nuevas tecnologías son dueñas de nosotros.