Nadie tiene la posibilidad de elegir qué y cómo quiere ser antes de llegar al mundo.
Por suerte o por desgracia, el azar ha decidido por nosotros y nos ha elegido una familia y un lugar donde nacer, asignándonos un sexo y una categoría social.
Desde el principio de la existencia humana, la mujer siempre ha sido considerada como inferior al hombre, y aun habiendo pasado cientos de siglos, el problema aún no ha sido solventado.
Nuestra sociedad es participe de un sistema democrático que tiende a la equidad de todos los individuos. La justicia y la igualdad no se han conseguido en su totalidad, estando aún lejos del objetivo final, pero poco a poco van surgiendo pequeños logros que se van sumando a favor de la igualdad...
En cambio, a cientos de kilómetros de aquí miles de mujeres están siendo atrozmente maltratadas, violadas y asesinadas en la legalidad de una cultura incapaz de evolucionar, en una sociedad sumida en la ignorancia y el salvajismo, con un déficit en la educación que no permite dotar de criterio y razón a los individuos, que se niegan a aceptar la necesidad del cambio y el progreso.
Testimonios que insólitamente salen a la luz, medios que esconden la realidad de lo que ocurre más allá de nuestras fronteras, mujeres incapaces de vivir dignamente, expuestas al miedo y a la fragilidad constante de su propia vida...
Debería ser inconcebible que una mujer, por el simple hecho de ser mujer, pueda ser maltratada, magullada, explotada y utilizada, como si de un objeto se tratase.
¿Por qué somos capaces de permitir que el mundo siga desmoronándose bajo la violencia y el maltrato? ¿Es nuestro egocentrismo, nuestra ignorancia o la distancia aquello que nos hace inmunes e indiferentes ante la crueldad de la vida?
...Tenemos una única vida. Una vida que no debería ser nunca arrebatada por otra persona. Las injusticias conviven día a día con nosotros y en nuestra mano está impulsar la iniciativa hacia el cambio para impedir que se sigan pisoteando los derechos de las mujeres.
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