El hecho de que nuestra sociedad está cambiando es algo
innegable; el problema se plantea cuando nos cuestionamos hasta qué punto esos
cambios son positivos o perjudiciales para nosotros.
Son muchos los que afirman obstinadamente que nos encontramos en
una época de decadencia moral, y observan paralelamente ese “nuevo mundo” con
el que parecen no identificarse.
Otros nos hayamos inmersos en ese mundo cambiante, y somos
conducidos e influenciados inconscientemente por todas las transformaciones que
se producen, siendo participes de éstas y convirtiéndonos así en el punto de
mira de aquellos que no aceptan una realidad modernizada y distinta.
Lo cierto es, que si analizamos la realidad, nos encontramos en
una época de crisis, quizás no únicamente económica, sino también ética y
social, consecuencia del cambio - o quizás pérdida- de valores.
¿Cómo debe ser considerada una sociedad en la que abundan los
escándalos políticos y judiciales, las manifestaciones racistas y xenófobas y
donde prima la violencia, la intolerancia y la individualidad?
Con frecuencia se escucha el tópico “en mis tiempos las cosas no
eran así”. Evidentemente, se hace referencia a que las cosas eran mejores
tiempo atrás. Esta es una frase que se mantiene inmutable en el tiempo, y va
pasando de generación en generación. Es cierto que las cosas han cambiado, pero
eso es algo inevitable, que ha ocurrido y ocurrirá siempre, que forma parte
del transcurso de la historia y que debe
ser visto de forma positiva. El mundo necesita avanzar, superarse día a día e
ir cambiando.
Afirmar que lo de antes era mejor
es demasiado radical. Resulta indiscutible que atravesamos una época en la que
muchos de los valores fundamentales, como la tolerancia, el respeto y la
humildad, se han perdido y sustituido por otros, mucho más materialistas, que perjudican nuestra sociedad -un claro
ejemplo es la búsqueda del éxito rápido y con poco esfuerzo, frente a los
valores tradicionales que premiaban el esfuerzo, la constancia y el sacrificio
personal-.
Pero también es cierto que el mundo avanza de manera desmesurada
en otros campos, como el científico, o el tecnológico, lo que entraña un gran
logro para el mundo.
Realmente no podemos compensar una cosa con la otra, pero
debemos mirar hacia adelante e intentar superar aquellos defectos y carencias
que lacran nuestra sociedad. Tendríamos que tomar conciencia de las
consecuencias que provocan esos cambios en nuestro mundo y tratar de inculcar a
las nuevas generaciones los valores fundamentales que se han ido perdiendo.
Resulta inútil la constante crítica y comparación de la sociedad
con épocas pasadas. Si bien hay que respetar y aprender de lo ya vivido en
aquellas, también hay que saber adaptarse a los nuevos tiempos y a las
oportunidades que ofrecen.
Tenemos que intentar superarnos día a día,
intentando conseguir un mundo mejor para las siguientes generaciones.
Es un trabajo difícil, pero no imposible.
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